viernes, 14 de julio de 2017

La fiesta del sol

Tengo guardado en mi Facebook un vídeo de la psicóloga Miríam Tirado en el que, con mucho sentido del humor, nos invita a entender que los niños no son adultos en pequeñitos y, en consecuencia, su forma de percibir el mundo es totalmente distinta a la nuestra y por ello deberíamos ser muy pacientes. Tengo guardado el vídeo porque ilustra a la perfección muchos comportamientos de Victoria y pensé que lo debería ver todos los días al despertarme, como terapia y para prepararme para el resto de la jornada. Un ejemplo es cuando Victoria protesta (a veces desmesuradamente si está cansada) porque conduzco yo  y entonces no estoy al lado de ella, es decir, no estoy en el asiento del copiloto delante de ella. Así que cuando vamos a subirnos al coche los cuatro, no quiere que yo conduzca, sino papá; y no porque no se fíe de mí (aunque algún que otro golpecillo en algún que otro parquin ha vivido) sino porque quiere que yo esté más cerca. Es absurdo desde nuestro punto de vista, pero se ve que para ella tiene toda la lógica del mundo.

A veces ocurre al revés, situaciones espantosas para los mayores, se convierten desde el punto de vista del niño en algo increíble.
Lucía me contó el otro día que había invitado a tita Esther a nuestra fiesta del sol. ¿Fiesta del sol? Lucía tiene en su imaginación, y en su corazón, grabado un momento en el que las dos estábamos tumbadas en el sofá mientras amanecía y veíamos la tele. Ella rememora cómo estuvimos toda la noche sin dormir y vimos amanecer. Y por lo visto lo hacemos todos los años y se llama "la fiesta del sol". La realidad de la fiesta del sol es que hace dos cursos, en abril, una mañana no pude ir al instituto porque no paraba de vomitar por un virus que precisamente me había pegado ella. Esa noche las dos habíamos vomitado, así que me la llevé conmigo al sofá mientras dejaba a Victoria en la cuna. Para ver si nos dormíamos, puse la tele bajito. Dejé para cuando me encontrara mejor poner las lavadoras de las sábanas, etc. Pues bien, esa es nuestra fiesta del sol. Menos mal que no, que no se ha vuelto a repetir, aunque ella esté muy segura de que sí. 
Da que pensar lo que valoran nuestros niños, en mi caso mis niñas, el tiempo que pasan con nosotros. Aunque sea vomitando. Tita Esther me pidió que no le cuente jamás lo que de verdad es la fiesta del sol y no lo haré (bueno, quizá cuando sea adulta sí, seguro que se ríe un montón).

Ahora precisamente estamos de vacaciones y tenemos tiempo. Tiempo para compartir con ellas y tiempo para mí, para frenar el ritmo, ocuparme de asuntos que durante el curso voy posponiendo y disfrutar. También para descansar del modo profe. Aunque me voy guardando páginas web interesantes y vídeos para futuras clases o sesiones de tutoría, pero sin la presión de que sea para el día o la semana siguiente.

Las niñas tienen sus deberes tradicionales de verano (que no está haciendo mucho, ejem, ejem).Bueno, Victoria sí los hace, pero como le da la gana, coloreando básicamente, lo de repasar las letras y números lo pospone. No les insisto mucho, no sé si hago mal o bien, creo que porque a mí no me gustaban nada los típicos Vacaciones Santillana y demás, así que las entiendo. Procuro que Lucía lea, escriba, y en eso no me tengo que esforzar mucho, porque lo va haciendo ya de manera natural e intento que Victoria escriba de vez en cuando su nombre, que es muy difícil y ella tiende a poner la t delante de la c. 

 La segunda lista de deberes de Lucía mola más e incluye ver amanecer al menos una vez. ¡A ver si lo conseguimos y esta vez sin virus ni vómitos!


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