viernes, 26 de mayo de 2017

La mano

Este fragmento de El guardián invisible de Dolores Redondo me emocionó muchísimo.

"La mano. Ese era el vínculo. A pesar de que llevaba años intentando quedar embarazada, no sentía esa especial atracción hacia los bebés pequeños que había visto en amigas o en sus propias hermanas, no se le iban los ojos tras los bebés que las madres sostenían entre sus brazos. Pero era consciente del privilegio del que se la privaba cuando veía a una madre que caminaba junto a su hijo llevándole de la mano. La protección y la confianza que encerraba este gesto íntimo era para ella superior a cualquier otro que pudiera darse entre dos seres humanos y simbolizaba en cada pareja de pequeñas manos acunadas por otras más fuertes todo el amor, la entrega y la confianza que para ella suponía la maternidad que no llegaba (...)"

Me identifiqué con sus palabras sobre el privilegio de llevar a tu hijo de la mano. Quizá es donde se concentra para mí lo más grande y valioso de mi maternidad, en ese momento soy muy consciente de que soy madre. A veces no se quién lleva de la mano a quién, si yo a ella o ellas  a mí. Privilegio, ternura, confianza, amor... La diferencia es que yo no lo observaba antes de ser madre, me di cuenta, como me pasa con casi todo, al vivirlo. Cuando las llevo de la mano, la mayoría de las veces me siento inmensamente feliz. O cuando veo a papá piofaurio llevarlas y puedo observar  esa simbiosis entre grandes y pequeñitas manos. He inmortalizado el momento con más de una foto. 

"La protección". Las noticias del mundo me abruman y asustan mucho más desde que soy madre. Porque no es solo mi mundo, es su mundo. Una se esfuerza por poner su minúsculo granito de arena, pensando en que colabora un poco en hacerlo algo mejor. Conocer el sufrimiento de otros niños se hunde profundo en mis tripas, a veces no puedo respirar bien. Esas madres y esos padres no necesitan una mano fuerte, no basta una mano que ayuda a cruzar una calle, porque a veces es una mano que ayuda a huir y cruzar todo un mar, o unas manos que se sueltan y se pierden cuando ocurre un atentado, o una mano que sujeta una mano escuálida por el hambre o una mano que agarra mientras se produce un bombardeo. No necesitan una mano, necesitan mil, necesitan ser una gran mano. 

Y supongo que, como siempre, se hace necesario fijarse en lo pequeño, en lo que tenemos delante.  En la mano de mis niñas mientras veíamos el desfile de cabezudos de nuestro pueblo y yo tenía el privilegio de observar sus caritas de alegría, sorpresa e ilusión. Por eso, últimamente pienso que son ellas las que me agarran de la mano a mí y me sostienen. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario