lunes, 10 de agosto de 2015

Vacaciones en la Serranía de Cuenca

Acabamos de volver de una semana de vacaciones en la Serranía de Cuenca. Me alegro de haber vencido la pereza que me daba imaginar cualquier viaje con las pequeñas, porque la experiencia ha sido estupenda. Mi inspiración para elegir el lugar, una vez descartada Cantabria por un trayecto en coche demasiado largo, fue esta entrada en el blog "Bienvenidos a Lilliput", un blog de viajes con niños. Su propuesta me pareció genial y el viaje en el coche seguía siendo largo, pero no tanto, nos quedábamos en el centro de la península, nosotros que partimos del sur sur. 

Nos hemos hospedado en una casita rural que forma parte de un conjunto de casitas rurales llamado Las Cerrás, en un pueblecito llamado Las Majadas. Hemos estado como en casa, porque es un lugar ideal si se va con niños, ya que es un recinto cerrado, precioso, y no había ningún peligro de que andurrearan para arriba y para abajo. La casera, Remedios, es una mujer amable y cariñosa, que estaba encantada con las enanas. La peque le hacía mucha gracia, con su cara y sus maneras de bichillo y Lucía terminó de conquistarla cuando fue a decirle: "Te tengo que decir una cosa, ¿quieres un pinchito?" para invitarla a participar en una barbacoa que hicimos.

Los trayectos en coche han sido constantes, por carreteras de montañas preciosas, eso sí. Temíamos que Ía, que se suele marear, no parara de vomitar, pero lo ha llevado super bien. Cuando se mareaba un poco, nos avisaba, abríamos rápido las ventanillas, ella cogía una bolsa que llevaba siempre a su lado, parábamos y al bajarse del coche un minutillo ya se encontraba mejor y podíamos seguir. La peque, por su parte, lo ha llevado mucho mejor de lo que yo creía. Ha tenido sus momentos de protesta, de pedir teta sin parar, de llorar, pero también ha pasado gran parte de los trayectos durmiendo, ya que estaba muy cansadita normalmente después de una ruta por la montaña o un día de baño en el río. 

Tunel en la carretera de Los Tejadillos a Las Majadas.

Han disfrutado muchísimo. La peque no tenía que ir muy lejos, porque en el mismo recinto de la casa rural, había un "col" (caracol) de cerámica, y una "nana" y una tortuga, a los que adoraba. Salía corriendo a todas horas para verlos. Luego, en las rutas, es la que iba más cómoda, porque iba encima de papá piofaurio (y alguna vez encima de mí) en la mochila portabebés, pero también se desesperaba y, como no, pedía teta. Sus momentos de gloria eran cuando la dejábamos caminar por el bosque si veíamos que el terreno era propicio y cuando encontrábamos "pita" (agüita) en fuentes, ríos... Era complicado separarla de la "pita" una vez encontrada. Por eso disfrutó muchísimo el día que pasamos en una playa-piscina que forma el río Escabas a su paso por el pueblecito de Cañamares. Una maravilla.

Seguid, que yo me quedo en la "pita"

Ía, en el río que os comenté antes, se atrevió definitivamente a nadar con manguitos y nos demostraba su audacia una y otra vez. Un niño y una niña que pescaban mini peces del río le regalaron uno que metieron en un vasito de plástico. Por supuesto, había que devolverlo al río y esto fue un poco duro, porque estaba decidida a traérselo a casa como mascota. En las rutas a través de la montaña ha sido toda una campeona. Ella era la encargada de seguir las flechas verdes e indicarnos el camino correcto. Y en su cuello siempre llevaba los prismáticos de mi abuelo, de mi Yeyo, que no utilizaba muy bien, pero bueno, le daban un aire de exploradora que eso no se lo quita nadie. 



Personalmente, he disfrutado mucho, por mí misma y también por verlas a ellas. Y gracias a papá piofaurio que, entre otras cosas, era el encargado de preparar nuestros super pícnics, entusiasmado con la charcutería local. He perdido mis gafas de sol (ya estaban rotas), pero estoy encantada porque las machacó el ciervo Paquito. Sí, ¿quién puede decir que sus gafas las aplastó un ciervo? Otra cierva, Antonia, iba caminando al lado nuestro mientras visitábamos el parque cinegético y experimental de El Hosquillo, que recomiendo cien por cien. Y otro ciervo, un bambi precioso, se nos cruzó dando saltos atravesando la carretera.
Si Lucía jugaba a ser exploradora, yo un poco también, al menos descubridora de nuevos parajes, siempre con la cámara de fotos dispuesta para inmortalizar tanta belleza, aunque soy una de las peores fotógrafas del mundo. Aún así, me han quedado fotos por hacer: a ese ciervo que os comento cruzó delante de nuestro coche, un buitre que nos sobrevoló bastante cerca, los campos de girasoles espectaculares que hay en las zonas de menos altura de la serranía o a los osos del Hosquillo.

Se puede tomar teta y acariciar a una cierva al mismo tiempo.

Otras de las cosas que nos ha gustado, sobre todo a papá piofaurio que es de un pueblo pequeño, ha sido recorrer las calles de Las Majadas, estar en el parque, tomarnos unas cervecillas en una terracita, porque así las niñas han jugado también con otras niñas (es que eran todas niñas) del lugar, en la calle, sin peligro. Jugaban al escondite, al pilla pilla... Las niñas del pueblo le daban tres mil vueltas a Ía que siempre se la acababa mogando, porque además era de las más pequeñas. Y la enana perseguía a su hermana corriendo de acá para allá como una loca y abrazándola con toda su fuerza. Nadie la identificaba como niña hasta que yo gritaba su nombre preocupada por su temeridad. Y es que a sus no pendientes hay que sumarle su pelito rapado. 

Uno de los paisajes de Los callejones de Las Majadas.

En fin, una semana estupenda, con los amores de mi vida, en la naturaleza y sin pasar calor. Qué más se puede pedir.