lunes, 29 de diciembre de 2014

Mujeres mayores anónimas

Esta tarde, entrando a la farmacia, Victoria y yo nos hemos cruzado con una mujer que  ha creído muy necesario decirme algo así como que por qué sacaba a ese niño tan guapo con el frío que hacía. Lo de que vean a mi gordita como un niño ya es un clásico, la ven tan peloncilla, sin pendientes, en un carrito azul, con esa carilla redonda que sacan esa conclusión. He imaginado una respuesta irónica para esa señora que decía algo así como que sí, que yo es que tengo la costumbre de sacar a mi niña a la calle cuando lleva cuatro día con bronquitis y estamos bajo la influencia de una ola de frío polar. Claro que sí, señora, en el pediatra había más padres y madres que han tenido la misma idea. 

Mi amiga Esther se indignó mucho la primavera pasada, cuando en la feria del pueblo donde vivimos, una mujer me chilló que dónde me estaba metiendo con las niñas, que había mucha gente. Le tuve que explicar  que eso es así, que en el mismo pack que la bebé venían un montón de mujeres mayores (no siempre mayores) anónimas (a veces también hombres) que te van a aconsejar gratuitamente, van a opinar sobre tu manera de cuidar al bebé e, incluso, te van a criticar. Por la cara. 

Yo lo llevo regular, la verdad. A veces hasta me molesta que sea gente cercana la que opina, aconseja o critica mi manera de hacer las cosas. Pero, bueno, eso se puede entender y soportar (aunque bastante menos si se trata de la familia política, ejem ejem). Igual es porque tengo baja autoestima o que en el fondo sé que soy un poco desastre, que si me indican que abrigue más a las niñas o me dan galletas y un zumito antes de emprender un viaje, como si fuese imposible que yo me acordara de llevar algo de picoteo y bebida por si les entra hambre o sed por el camino, me puede sentar un poco mal. También depende del ánimo con el que una se encuentre, hay veces que no le doy la más mínima importancia.

Pero lo de las mujeres mayores anónimas que se meten donde no las llaman es alucinante. Lo mismo me convierto en una en un futuro, pero espero que no. Si es así, que alguien me lo recuerde, porfi.
Un día, cuando Lucía era muy pequeñita, fui a la peluquería y, mientras la peluquera me secaba el pelo, Lucía empezó a llorar. Le acababa de dar el pecho y entonces tardé en cogerla y la niña alcanzó un nivel de lloro considerable. No soy  yo de tardar en coger a mis bebés si lloran, muy al contrario. De dentro del salón de belleza donde se encontraba la peluquería, salió una airada mujer que me regañó por haber dejado llorar a la niña y de pasó criticó a todas las mujeres jóvenes que anteponíamos nuestras necesidades a la de nuestros hijos. Y se quedó tan pancha. Y yo no fui capaz de contestarle nada. 

En fin, mujeres mayores del mundo, confiad en nosotras, que no hacemos las cosas tan mal, ni queremos que las niñas se nos resfríen, y las alimentamos más o menos bien y si las llevamos a la feria no las vamos a llevar a la zona de botellón con los niñatos descamisados y las peleas, de verdad.





sábado, 27 de diciembre de 2014

Sin prisas

Creo que nunca antes había necesitado y deseado tanto unas vacaciones como este diciembre. El trimestre no ha ido mal, pero ya las últimas dos semanas estaba muy cansada. He decidido en estos días desterrar todo lo posible las obligaciones, los madrugones y, por supuesto, la rutina que tengo establecida durante los días laborables, sin salvarse en realidad los fines de semana. Esto quiere decir que tengo que hacerme la despistada (más aún) en casa y no ver los miles de rincones por limpiar u ordenar. Así van a seguir por ahora, aunque a posteriori me genere más estrés. Da igual, es Navidad, voy a hacer lo justo en casa y me voy a dedicar a las niñas, a mí también un poco y a las "obligaciones" navideñas, que están más guays: terminar de montar el belén, hacer con Lucía tarjetas de Navidad e inundar de purpurina la casa y a la hermanita (que parecía Campanilla) Nipensar en los disfraces para Nochevieja, ser reina maga (¡¡yujuuu!!), etc. Bueno, y ahora estamos en el pueblo de papá piofaurio y aquí sí que el mundo se para y vamos a otro ritmo, desde ayer marcado también por la bronquitis de mi bolita. Ayer me dediqué a pasar fotos de la cámara y del móvil (que tenía mucho retraso) y me dejé medio planteadas las primeras clases del segundo trimestre (sí, que soy apretadilla y previsora); hoy he pillado un poco de internet en el ordenador y me he decidido a escribir. 

 Nuestro kit de purpurina para las tarjetas


Pues eso, sin prisas, haciendo lo que puedo, sin el estrés que suelo llevar normalmente.

Sin prisas también porque mis niñas crezcan. Con Victoria no me pasa como con Lucía que parecía que toda situación iba a ser eterna, ahora sé que el tiempo pasa y las cosas van cambiando, y rápido. Así que no quiero que Victoria crezca rápido y deje de guiñar con sus dos ojitos o quiera pasar toooda una tarde acurrucada encima de mí. Ni quiero que Lucía deje pronto de jugar a que tiene una mascota que es una rata rosa que se llama Rosa (sí, Rosa, como tú) y que suelta babas como un caracol.  Gracias al mindfulness, estoy empezando a tener más paciencia (o eso intento) con las llamadas de atención de Lucía en forma de caprichos o protestas varias. Hay que tener empatía: competir con las miles de monadas de su hermana pequeña es lo que tiene.

Con el blog igual, lo tengo para mí, para ir escribiendo cuando pueda (que durante el curso es casi nunca). Aunque me gusta que esté aquí, para cuando me puedo asomar un rato.

¡¡Feliz resto de la Navidad y feliz año nuevo!!